Coney Island
Por Marita Bosch
13 de septiembre de 2024
Tomarse unos momentos para estudiar con atención el mapa de subtes de Manhattan devela secretos bien guardados entre los ciudadanos de esa cosmopolita isla norteamericana del estado de Nueva York. Siete líneas numéricas, trazadas de distintos colores, permiten tener una noción de cuál tomar para llegar a todos los atractivos turísticos: de museos, bibliotecas, iglesias y parques públicos al ferry para visitar la Estatua de la Libertad, por ejemplo. Otros siete ramales, identificados con letras, pueden llevar al turista a lugares inesperados como el más que histórico balneario de Coney Island, que marida playa atlántica con parque de diversiones salidos de una película hollywoodense de la década de los ‘50.
¿Qué mejor que disfrutar de un sábado o de un domingo de buen sol en la playa? No importa la estación del año en la que se llegue a Manhattan: Times Square es el punto de partida para esta aventura inesperada para el turista. Por ahí pasa la línea Q que cruza el East River y llega, tras algo menos de 40 minutos de viaje, y al mismo valor que el sistema de la ciudad, a la estación Stillwell Ave.
Sorpresa grata si la elección es en pleno verano, cuando en Manhattan el calor tiene olor a asfalto y el viajero siente la necesidad de salir de tanta ciudad y poder disfrutar del mar sin necesidad de armar más que una mochila para pasar el día.
Sorpresa no menos grata es si el viaje se realiza hasta en el tramo más crudo del invierno. Coney Island es un atractivo en sí mismo y funciona todo el año. Incluso tiene buen hospedaje, para quien prefiera hacer turismo a la inversa: estar a la vera del mar y recorrer Manhattan durante el día.
La primavera y el verano regalan largos días para disfrutar de la playa y del mar, salpicado por escolleras de piedra, y olas suaves. Gastronomía local y buena pastelería, son claves para que la jornada sea completa y feliz. Como el subterráneo tiene un amplio horario de funcionamiento –aunque antes de emprender cualquier travesía, confirme siempre que todo está en orden y se ajusta a sus deseos consultando en https://new.mta.info/maps-, el día elegido para salir de la ciudad puede dividirse entre tomar sol y conocer el parque de diversiones que fue una de las grandes atracciones turísticas de la zona, hasta que comenzó a declinar después de la Segunda Guerra Mundial.
En verdad, después de la Gran Guerra se abrieron en Estados Unidos otros muchos centros recreativos y, entonces, los parques de Coney Island se convirtieron en un espacio de nostalgia para muchos visitantes. Hay decenas de películas que muestran su vuelta al mundo, los puestos de feria para ganar peluches, los autos chocadores y otros entretenimientos. El gift shop con reminiscencias de otras épocas. La estética se mantiene intacta y, con ella, muchos turistas argentinos evocan sus días más felices en el Italpark de Buenos Aires. La alusión es para que nadie piense que va a encontrarse con un “mini” Orlando a media hora de Manhattan. Es más a escala humana y nostálgica.
La playa de Coney Island propiamente dicha es amplia y hay lugar para todos. No cuenta con servicios de sombrilla, lo que permite una mayor libertad de movimientos. Sí, en cambio, tiene una amplia costanera de madera para quienes prefieren mantener el calzado a salvo de la arena.
Si se decide una visita en pleno invierno, la sorpresa también será grande: muchos nadadores se reúnen a disfrutar de las aguas frías. Con trajes de neoprene -los más “profesionales”- o con trajes de verano -“los más intrépidos”- se zambullen en el mar, cerca del mediodía. Nadan, juegan entre ellos y vuelven a la playa a arroparse cuando el agua les avisa que ya es hora de recuperar calor. El espectáculo puede verse desde la comodidad de una lona sobre la nieve que cubre suavemente la arena.
¿Por qué le pusieron Coney Island? La historia cuenta que fue bautizada como Conyne Eylandt o Konijneneiland, que traducido del neerlandés significa “Isla del Conejo”. En mapa de 1690, ya habría virado la grafía a “Conney Isle” y que más o menos por 1733, abrazó su definitivo y vigente “Coney Island”.
Balneario de poderosos, hasta pasada la Primera Guerra Mundial, esta joya sobre el atlántico llegó a tener tres hipódromos y grandes hoteles. En la actualidad, esta playa del sur del distrito de Brooklyn, tiene unos 25.000 habitantes, entre ellos una sólida comunidad de rusos dedicados a buena gastronomía, ideal para después de unos chapuzones para aliviarse del calor o para recuperar la temperatura corporal si se optó por llegar a la zona en épocas poco templadas.